Del olfato y de la vista
Asegúrese de que usted no tiene ningún olor corporal, ya que puede ser
fácilmente detectado por los grandes jabalíes. Tienen un agudo sentido
del olfato y la vista, contrariamente a lo que la gente dice. Se puede
ver bastante bien, así que no hacer ningún ruido, ni movimiento
repentino. El viento siempre debe de darle a la cara al cazador.
Ubicar el jabalí
Hay ciertos signos específicos que un
jabalí deja atrás, y la localización de estas puede ayudarle a
identificar los habituales escondites de los jabalíes. Escrementos y
frotamientos de su piel en los árboles son algunos de los más comunes
marcadores, así como muestras en tocones de árboles levantados.
La caza a la espera
Después de haber identificado la
presencia regular del jabalí, se pueden sentar en el interior de un
árbol, alto en su copa, donde previamente a preparado un puesto, o en su
pie, donde ha construido un escondite, mejor de materia vegetal.
Los jabalíes se sabe que son ruidosos cuando comen. Esto puede ser
ventajoso cuando usted está tratando de conseguir un buen disparo. Si
bien sentado en su árbol o en su pie, es importante escuchar con
atención el ruido de los molares de los jabalíes comiendo. De esta forma
puede dirigir su arma a la dirección del sonido lentamente. Y observar a
través de las luces claroscuras que la luna ofrece. Es una caza de
oido, en la soledad de la sierra, que en esos momentos le habla al
cazador con claridad. Sus sonidos le indican que ocurre a varios
kilómetros alrededor de su puesto de caza.
Cuando a disparar
Hay que esperar a que la pieza este
lo más cerca posible. En pleno silencio, casi sin respirar, hay que
apuntar con cuidado al corazón. Tener el temple que la pieza muestre el
flanco del codillo. Pues si se quiere cobrar la pieza de modo efectivo
en la noche, impactos en otros lugares harán dificil su cobro en la
noche, y tendremos que volver al día siguiente con la ayuda de perros
rastreadores. El buen cazador no debe dejar piezas heridas en el monte.
Es preferible volver a casa de vacio, con el frío calado en los huesos
de una noche en vela, que dejar mal herido a un animal. |
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